El registro de mis contemplaciones se volvió compulsivo desde que empecé a captar y editar imágenes con el teléfono móvil y a compartirlas en redes sociales. Nuevos medios para temas tan anticuados como la belleza y la poesía visual.
Después me compré una cámara buena y me eduqué fotográficamente, hasta tuve la paciencia de hacer tres maquetas de fotolibros que se han quedado en álbumes.
No tardé en volver a las andadas, a mirar
con el ojo del corazón, despreocupada de equipo y técnica, lo que se ha convertido en una fuente renovable de presencia, inspiración y gozo, en el mejor antídoto a mi interiorismo y en una fototeca ingobernable.
Algunas de las miles de imágenes están agrupadas en tres proyectos online.
S I L E N C I A R I O (en blanco y negro) es el contrapunto
a mi imaginería en color y a FoRtografía: la calle no calla, un muro donde tomar el pulso y el discurso a la Ciudad,
registrando sus carteles, letreros, graffitis, rótulos, arte urbano, décollages, versos libres y letras sueltas.